¿Cómo aplicar la desobediencia civil?
Palabras pronunciadas por Alejandro Peña Esclusa, Presidente de Fuerza Solidaria, en el Foro titulado «Después de Puente Llaguno ¿Cómo aplicar la desobediencia civil?», realizado el 8 de agosto de 2002.
El control que pretende ejercer el oficialismo sobre la mayoría de los venezolanos es un control de tipo psicológico basado en el terror. Ellos amedrentan e infunden miedo para que nosotros, que somos mayoría, no actuemos contra ellos.
Esta operación psicológica tiene muchas vertientes. Una primera vertiente es la del miedo y del amedrentamiento, que es un simple chantaje; y para contrarrestarlo debemos preguntarnos: «¿Qué pasa si por miedo no los enfrentamos? ¿Es que acaso no vendrán tarde o temprano hasta nuestros hogares a quitarnos todo, pero estando nosotros en inferioridad de condiciones?». Es un chantaje absurdo en el que caemos.
La operación psicológica incluye el uso sofisticado y sutil de los prejuicios y axiomas, del «cassette» que tenemos en la cabeza, para usarlo en favor de ellos. Aquí está la verdadera asesoría de Fidel Castro. Hay un estudio psicológico orientado a desentrañar cuál es la forma de pensar del venezolano, sobre todo de la clase media; a determinar cuáles son los axiomas fundamentales que lo motivan, a fin de usar esos axiomas para manipular y controlar al venezolano.
-El virus que infecta a la Oposición-
Un primer cassette que tenemos en la cabeza es éste: «tenemos que ser democráticos». ¿Qué significa ser demócrata?, que las Fuerzas Armadas no pueden intervenir; «porque eso es golpe y el golpe es malo», nos decimos. Ese es un cassette proveniente del temor a regresar al pasado, al pasado de los caudillos militares. Sin embargo, obviamos que quien nos gobierna es justamente un caudillo militar, que además está construyendo una estructura paramilitar armada, por encima de las Fuerzas Armadas; y a estas alturas hay una cantidad de políticos y líderes de ONGs que todavía se atreven a decir que las Fuerzas Armadas no pueden intervenir, y mucha gente les de la razón. Ese cassette, ese axioma falso, lo utiliza el Gobierno en nuestra contra.
Las Fuerzas Armadas también tienen ese cassette, ellos también se lo creen: «nosotros no vamos a intervenir porque este es un asunto civil, lo tienen que resolver los civiles», dicen. ¿Cómo que lo tienen que resolver los civiles? Hay un millón de personas marchando y en el Puente Llaguno hay cincuenta mafiosos, fascinerosos, maleantes, con pistolas 9 milímetros, ¿y estos cincuenta son más importantes que el millón de manifestantes? Claro que no, pero éstos disparan y aquellos están desarmados. ¿Y las Fuerzas Armadas no van a intervenir? Eso es un cassette.
¿Cuál es el segundo cassette? Decimos: «Esto hay que resolverlo de forma pacífica». Sin embargo, es una realidad incuestionable que el chavismo, querámoslo o no, va a ejercer la violencia contra nosotros. De hecho, lo está haciendo ya y lo seguirá haciendo. El día que pretendamos deponer a Chávez, no importa cuán legitimamente lo hagamos (juicio, referéndum, enmienda, etcétera), el chavismo ejercerá la violencia generalizada con toda su fuerza y poder. Aún si no hacemos nada y si dejamos de luchar, de todas maneras vendrá la violencia, pero de otra forma: nos quitarán nuestras casas, abolirán la propiedad privada, cerrarán los colegios privados, convertirán a Venezuela en una nueva Cuba y querrán que nos sometamos a sus imposiciones arbitrarias o que nos vayamos del país, como han tenido que hacer los cubanos.
Ahora bien, ¿Cuál es el desenlace más pacífico que podemos esperar? Bueno, lo más pacífico es que el desenlace de esta pesadilla se lleve a cabo hoy y no dentro de un año; porque hoy, hay un determinado número de círculos chavistas paramilitares, dentro de un año habrá diez veces más; hoy, de las Fuerzas Armadas todavía queda algo, dentro de un año no; hoy, algunos de nosotros todavía están empleados, dentro de un año no; y encima, el Foro de Sao Paulo va haber avanzado en todo el continente con el financiamiento que le proporciona Chávez y él tendrá mayor respaldo internacional del que hoy tiene.
Por tanto, si el desenlace se da dentro de un año, no solo habrá mayor violencia, sino que el chavismo tendrá muchas más posibilidades de salir victorioso; en cambio, si el conflicto se desata hoy, seguramente Chávez perderá.
Tercer cassette que existe dentro de la Oposición: «En la unión está la fuerza. Hay que unirse con todo aquel que esté en contra de Chávez». Pero resulta que dentro de la Oposición hay quien dice «yo estoy en la Oposición, pero estoy pensado en ser Vicepresidente de la República la próxima semana». ¿Como hacer planes con un fulano así? uno no sabe si al día siguiente se los va a revelar a Chávez. Luego otro dice «yo estoy contra Chávez, pero no contra Fidel Castro; es más, estoy inscrito en el Foro de Sao Paulo». Llegado el momento culminante de la crisis, uno no sabe si este hombre dará media vuelta y se pondrá al lado de Chávez, porque Chávez y Fidel Castro son una y la misma cosa. Finalmente, otro dice «yo practico la no violencia activa, quiero sacar a Chávez, pero sin enfrentamientos, sin desobedecer lo que me ordena el Gobierno». Este es el tipo de individuo que habla continuamente de Gandhi pero sin entender una papa de lo que hizo Gandhi.
Como puede verse, en la unión no siempre está la fuerza. La unión solo funciona cuando quienes participan de esa unión comparten los mismos criterios, comparten la misma determinación, la misma verticalidad. Pero con infiltrados, cobardes, oportunistas, mezquinos, ambiciosos o corruptos, jamás se logrará nada. La falsa unidad con ese tipo de pseudo líderes solo sirve para llevar a la sociedad civil a una serie de acciones, que van fracasando por la errónea conducción del falso liderazgo, y la gente se cansa y se desmoraliza.
Por lo tanto, en lugar de pedir la unidad de la Oposición, hay que exigir su depuración. De lo contrario, seguiremos desperdiciando un tiempo precioso.
El cuarto cassette existente en nuestra mente es éste: «No puede haber un líder de la Oposición. Todos somos líderes. Si existe un jefe, habrá división y además, se puede convertir en otro Chávez».
Existe rechazo a la figura de un jefe, debido a la nefasta sucesión de caudillos que ha tenido Venezuela en el pasado: dictadores, tiranos, presidentes vitalicios de partidos, etc. Se ha descalificado la figura del jefe, simplemente porque hemos tenido malas experiencias. Sin embargo, el uso abusivo de la autoridad no justifica que desechemos una figura tan importante en tiempos de crisis, como es la del jefe.
Sin un jefe, es imposible enfrentar una crisis política, o ganar una guerra, o emprender acciones de desobediencia civil exitosamente.
Como es sabido, las acciones de desobediencia civil no son estáticas, son profundamente dinámicas. Frente a cada acción de desobediencia civil, el tirano contesta con otra acción de represión; uno le responde y él a su vez riposta con otra, y así sucesivamente. En momentos de crisis, los enfrentamientos pueden desarrollarse en lapsos cada vez más breves y bajo intensas presiones. Un condominio de líderes o un cuerpo colegiado de líderes no es capaz de dar respuesta rápida y eficiente a un proceso de este tipo. Por el contrario, muchas veces disienten, e incluso muestran sus desacuerdos en público, como ocurrió el pasado 11 de julio con los líderes de la Oposición durante la marcha a Miraflores, causando confusión y frustración.
Estos axiomas, estos cassettes, actúan como un virus que nos ha infectado a todos e impide que realicemos una acción definitiva y final contra el Régimen. Somos nosotros, con nuestros axiomas equivocados, los que impedimos la caída de Chávez. De allí la importancia de deshacernos de esas falsas concepciones.
-Los valores que inspiran la desobediencia civil-
Las recetas de desobediencia civil son meros actos, meros predicados; lo importante, más que los actos, son las personas que los llevan a cabo. No hay resistencia al imperialismo británico en la India sin Gandhi. No hay derechos civiles en los Estados Unidos, durante la discriminación a los negros, sin Martin Luther King. Personas, no recetas. Personas que tienen una actitud, y esa actitud jamás es de orden material.
No se puede llevar a cabo la desobediencia civil sin motivaciones trascendentes, imposible. Porque aquel que se rebela contra el poderoso, corre el riesgo de perder todo lo que tenga, lo más preciado, incluso la vida. Si esa persona tiene como primera prioridad resguardar su vida, cuando llega el momento culminante de la desobediencia civil, cuando se enfrenta cara a cara con el tirano, entonces el tirano amenaza con todo su poder, y la persona retrocede, se rinde, porque lo primero es su vida.
No es posible llevar a cabo acciones de desobediencia civil si la vida de quien las realiza no está en tercer o cuarto lugar de sus prioridades. La persona se dice a sí misma: «Tengo que defender mi vida, no deseo perderla, pero eso no es lo más importante, porque tarde o temprano de todas maneras voy a morir. Primero están mis valores, primero están mis principios, primero está mi país, primero están mis convicciones morales y espirituales; después está mi vida». Y si el tirano pretende chantajearlo amenazando con que le va a quitar la vida, la fuerza de quien realiza las acciones de desobediencia civil consiste en responderle «¡Quítame la vida! ¡te reto! ¡pero hazlo en público, delante de todo el país! y veamos cuáles serán los efectos en el país cuando tú, injustamente, me quites la vida». La desobediencia civil consiste en tener esa actitud, firme, valiente y generosa. Pero no puede ser un bluff, como en el poker, tiene que ser un compromiso trascendente y verdadero.
Lo que ocurre con muchos líderes de la Oposición, es que carecen del «equipamiento» moral y espiritual capaz de suministrarle la fortaleza y la determinación requerida para enfrentar adversarios tan peligrosos como Chávez y quienes le rodean. Más bien hay un profundo sentido de pragmatismo, de oportunismo, de buscar cargos y beneficios personales. Es imposible dar la pelea con esos parámetros. La única forma de dar la pelea y ganarla es diciéndose: «voy a luchar por un principio fundamental, que para mí es lo más importante; lo que ocurra después, si me dan un cargo, si no me lo dan; si me reconocen el esfuerzo o no lo hacen; eso es secundario». Si no hay esa actitud, fracasa la desobediencia civil.
Sólo una actitud sublime, basada en lo más hermoso, basada en el amor a la Patria, el amor a la familia, el amor a los hijos de esos chavistas, que no se imaginan en qué triste mundo van a vivir si llegasen a triunfar sus padres; el amor a unos principios, el pensar en el futuro, en las futuras generaciones, en nuestros nietos,en pensar: «¿Por qué no podemos dejarles un país industrializado? ¿Por qué no dejarles un país mejor, teniendo tantas riquezas, tantos recursos humanos y materiales, tantas bellezas naturales?». Si eso no es lo que inspira a un líder, entonces es incapaz de conducir con éxito una acción de desobediencia civil, sobre todo cuando lo que está en juego es la vida misma.
-Motivar la acción de las Fuerzas Armadas-
Habiéndoles dicho todo esto, quiero anunciarles que Fuerza Solidaria retoma la calle. Pero con una consideración: todas nuestras acciones de calle fueron diseñadas para salvaguardar la vida y la seguridad de cada uno de los manifestantes que convocábamos. Decidimos dejar la calle, cuando la vida de quienes marchaban junto a nosotros estuvo en riesgo, por eso suspendimos las marchas, y por eso propusimos la realización de una huelga general; para proteger la vida de los ciudadanos civiles, y que actuaran las Fuerzas Armadas contra los círculos paramilitares oficialistas. Lamentablemente, ya no hay en las instituciones económicas y sindicales la fuerza para llevar a cabo exitosamente una huelga general. Y ya se ha desgastado tanto la Oposición, por los errores cometidos por sus líderes, que no hay otra forma de forzar la caída del Gobierno sino arriesgándose. Así que las acciones de calle que emprenderemos de ahora en adelante -hay que aclararlo- serán riesgosas; no por nuestra actitud, sino por la represión que ejercerá el oficialismo. Todos aquellos que nos acompañen van a correr un riesgo. Pero el riesgo y el peligro será mayor si no hacemos nada, si permitimos pasivamente que el Gobierno imponga un modelo comunista en Venezuela.
Las acciones que Fuerza Solidaria va a realizar, van a tener un objetivo único: forzar a las Fuerzas Armadas a intervenir. Si eso significa que hay que inmolarse -es decir, correr el riesgo de que los círculos paramilitares chavistas nos ataquen- frente a los militares, para que ellos se inspiren y decidan hacer lo que es su deber, estamos dispuestos. ¡Hay que inspirar a las Fuerzas Armadas para que actúen! ¡Hay que quitarles el cassette de la cabeza de que si actúan es golpe de Estado! ¡Ningún golpe de Estado, es la defensa de la ciudadanía frente a unos criminales que nos están masacrando!
No confiemos en que los militares van a actuar a motu propio ¿Por qué? Porque tienen el mismo cassette que los políticos. Van a hacer sus cálculos: «si actúo y fracaso voy preso, si no voy preso me matan; y aún si no fracaso, los civiles me criticarán y las fuerzas internacionales van a condenar la acción» etcétera, etcétera, y así van haciendo sus cálculos. Y cuando haces cálculos no haces nada, porque arriesgar la vida por defender los derechos de los demás es una «locura». Pero esa es justamente el tipo de «locura» que le hace falta a los venezolanos para salvar el país.
Entendemos que será un paso difícil. No se trata de una acción sencilla. Ya hay demasiada gente armada dentro del chavismo, demasiado odio, demasiado fundamentalismo e irracionalidad, como para pretender que será cosa de un día. Hay posibilidades, incluso, que la situación degenere en guerra civil. Pero mientras más tiempo tarden las Fuerzas Armadas en tomar la decisión de actuar, más muertos, más daño, más violencia habrá. Esa es la realidad que impone nuestro adversario.
Espero que con estas explicaciones, hayan ustedes podido entender el por qué de los fracasos que hemos tenido hasta ahora y, superando esos errores, estoy seguro que podremos tener a Chávez fuera de Miraflores antes de que gane Lula en Brasil.
Por: Alejandro Peña Esclusa
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