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Macario Yépez y Castillo Lara

18 enero 2006

Por: Alejandro Peña Esclusa
18 de enero de 2006

Existe un conmovedor paralelismo entre el Pbro. José Macario Yépez y el Cardenal Rosalio Castillo Lara.

Hace ciento cincuenta años, Macario Yépez decidió enfrentar la terrible epidemia de cólera existente en el Estado Lara, con un sublime acto de entrega y amor. Primero hizo ver a los venezolanos que la solución a su problema estaba en acercarse a Dios –es decir, en una conversión– y por eso promovió la primera procesión de la Divina Pastora por las calles de Barquisimeto. Luego se ofreció a sí mismo como víctima propiciatoria, pidiéndole a Dios que fuese el último en contraer la enfermedad y morir, como en efecto ocurrió.

Siglo y medio más tarde, el Cardenal Castillo Lara compara aquella epidemia de cólera con la terrible situación política que vivimos actualmente y hace ver a los venezolanos que las causas verdaderas de la crisis son de orden espiritual, las cuales requieren como respuesta una profunda conversión.

“Nuestro Señor Jesucristo ha querido” –dijo el Cardenal el 14 de enero pasado– “darnos una dura lección por nuestras infidelidades, por no haber sabido aprovechar los dones que nos dio de una naturaleza tan fértil y rica, de una población inteligente, trabajadora y generosa, y por no haber ayudado debidamente a los más necesitados y no haber vivido limpiamente nuestra fe cristiana”.

En efecto, el régimen dictatorial de Chávez jamás habría alcanzado el poder si los gobiernos anteriores se hubiesen ocupado del pueblo, si no hubiese habido tanta indiferencia hacia los pobres, si no se hubiesen deteriorado tanto los valores morales y familiares. Hoy en día prevalece –como puede notarse en la pantalla chica– el hedonismo, el libertinaje, la desunión familiar, el materialismo y la banalidad.

Castillo Lara –al igual que Macario Yépez– se ofrece como víctima propiciatoria cuando eleva su ruego a la Divina Pastora para que salve a Venezuela de la dictadura marxista, porque al decir la verdad y al denunciar tan duramente a un régimen como éste, se expone a todo tipo de peligros, persecuciones y agravios. Él está dispuesto a correr ese riesgo porque ama a Venezuela y porque lo mueven fines superiores.

Con su actitud, el Cardenal le dice a los venezolanos: “¡No tengan miedo!”, y éste es el mensaje más importante que podría darse, porque el régimen no se mantiene en el poder por el respaldo popular, como demostró la abstención del 4D, sino por el miedo.

Para vencer el miedo y atreverse a luchar contra un régimen que asesina, atropella, persigue y encarcela a la disidencia, es necesario antes recuperar nuestra fibra moral y los valores trascendentes que siempre han caracterizado a nuestra civilización cristiana occidental.

Sólo una conversión profunda de la población venezolana y una actitud sublime de entrega y amor, como la demostrada por Macario Yépez y Castillo Lara, podrán salvar a Venezuela del castro-comunismo.