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Chantaje

21 noviembre 2006

Publilcado en: Cuba Libre Digital

Por: Alejandro Peña Esclusa
21 de noviembre de 2006

Si la ventaja del candidato Manuel Rosales sobre Hugo Chávez es tan evidente y tan abrumadora ¿Por qué algunos miembros de su comando de campaña insisten en decir que existe un “empate técnico”?

En  diciembre del año pasado, cuando la oposición se abstuvo de participar en las elecciones, acudieron a votar apenas el 9 por ciento de los venezolanos. Entonces ¿Por qué la propia oposición le atribuye a Chávez un 40 por ciento de respaldo? ¿Acaso temen decir la verdad: que van ganando con amplio margen?

En las últimas tres semanas Chávez ha amenazado a la oposición con un baño de sangre si se atreven a sacarlo de poder. Es de suponer que –si eso es lo que dice en público– ha hecho llegar privadamente mensajes aún más graves al comando de campaña de Rosales, responsabilizándolo de lo que pueda ocurrir por defender su triunfo.

Sé bien de lo que hablo. Nunca en mi vida recibí tantas presiones y amenazas como en diciembre de 2001, cuando organicé la primera marcha a Miraflores. A pesar de ser una protesta pacífica, que contaba con todos los permisos, miembros del oficialismo me conminaron a suspender la marcha, responsabilizándome de las posibles muertes que habrían (provocadas por ellos mismos, por supuesto). Como dato curioso, también recibí presiones de la propia oposición.

Estoy convencido que lo mismo hicieron con Enrique Mendoza en el año 2004, durante el referendo revocatorio. Le dijeron que si sacaba la gente a la calle para defender el triunfo de la oposición, habría muertos; como en efecto ocurrió al día siguiente en la Plaza Altamira.

La lógica del Régimen es simple y a la vez perversa: si Rosales gana las elecciones –como evidentemente ocurrirá– y el Régimen comete fraude,  entonces la oposición deberá aceptar sumisamente la “derrota” porque, de lo contrario, se desatará violencia.

Según la lógica oficialista, los culpables no serán quienes ejerzan la violencia de manera injusta y arbitraria, sino las víctimas inocentes, por querer defender sus derechos de forma pacífica. Y, en última instancia, el principal culpable sería el propio Rosales.

El Régimen, sabiéndose perdido y sin respaldo popular, no le queda otro remedio que recurrir a la amenaza, pero confío en que el chantaje no prevalezca en este momento histórico, cuando está en juego no sólo el futuro de Venezuela, sino el de todo el continente americano.