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Por: Alejandro Peña Esclusa

Ya no queda la menor duda que la presencia de Hugo Chávez en Miraflores es profundamente perjudicial. Cada día que pasa, divide más a los venezolanos, destruye la economía, debilita las instituciones, amordaza a los medios de comunicación y promueve un proyecto totalitario, inspirado en el modelo comunista cubano.

Afortunadamente, el pueblo se ha desengañado y le ha retirado el respaldo; lo cual quedo plenamente demostrado durante el Paro General del 10 de diciembre y la histórica marcha del 23 de enero, cuando la gente pedía abiertamente que se fuera. El proyecto de Chávez está herido de muerte y el pueblo espera su salida con impaciencia.

Pero a Chávez no le importa la opinión de la mayoría, ni el bienestar de los venezolanos. Su único interés es seguir usando los recursos del Estado para fortalecer a Fidel Castro y al Foro de Sao Paulo, y proyectarse a sí mismo como el líder conti- FUERZA Solidaria, Asociación Civil nental de una «revolución bolivariana», que más bien es castro-comunista.

Pero como los ven  olanos rechazan toda forma de totalitarismo, a Chávez no le queda otra alternativa que tratar de imponer su modelo por la fuerza. Por eso, decidió radicalizar su posición y mantenerse en el poder utilizando el terror y la violencia, para lo cual cuenta con las prerrogativas que le da la Presidencia y el apoyo de agentes cubanos y guerrilleros colombianos.

Durante las próximas semanas, Chávez pasará a una etapa represiva, y buscará todas las oportunidades posibles para fomentar solapada mente el caos y la violencia, creando las condiciones para que se desate una guerra civil.

En respuesta, los venezolanos debemos sacarlo cuanto antes de Miraflores, utilizando el método más pacífico, democrático y eficiente que tenemos a disposición: la Huelga General Indefinida.